La visita comienza en la Capilla de los Scrovegni (“Cappella degli Scrovegni”), decorada con frescos de Giotto para el rico banquero Enrico degli Scrovegni, obra maestra del artista y punto de inflexión para el nacimiento de la pintura moderna. La primera estrella que encontramos es el cometa pintado en la escena de la Natividad: ¡el primer cometa representado sobre el pesebre del mundo! Se presenta en una versión muy realista de una bola de fuego con una estela luminosa. Se trata del cometa Halley, que surcó los cielos en aquella época histórica. Giotto lo vio y lo pintó de manera casi científica tal como apareció en el cielo del siglo XIV. En la elección de este enfoque quizá influyó su relación con los sabios científicos de la Universidad de Padua, incluido el más famoso de su tiempo: Pietro D’Abano, que inculcó en el “Studio Padovano” la vocación científica de la que Padua, siglos después, con la presencia de Galileo, se convertiría en “madre fecunda”.
El realismo del cometa contrasta ostensiblemente con las otras estrellas de la capilla, especialmente las pintadas en la cripta en rojo y azul con sus formas y colores simbólicos: son los símbolos de los templarios, que quizá tenían un lugar de reunión en la Capilla de los Scrovegni.
Saliendo de los Scrovegni nos encontramos prácticamente a dos pasos la imponente Iglesia de los Eremitas (“Chiesa degli Eremitani”). Su espectacular techo con forma de barco invertido contiene en el ábside las obras del primer gran artista giottesco: Guariento Padovano. Aquí encontramos otro ejemplo de fusión entre astrología y religión cristiana: bajo el fresco documentado del Paraíso, ya desaparecido a causa de la guerra, y las historias de los santos Felipe, Agustín y Santiago, todavía visibles, el pintor pintó la banda inferior de las paredes con las imágenes de las alegorías de los planetas y de las edades del hombre según la concepción de los antiguos romanos, que creían que había una estrecha relación entre los siete planetas, las siete edades del hombre y los siete días de la semana. En el hombre del Medievo también existía la fuerte convicción de que el cosmos era una realidad viva, recorrida por flujos de energía que, de manera incesante, se vertían sobre el mundo terrestre influyendo en la vida de sus criaturas.
La relación armónica entre el microcosmos y el macrocosmos era en aquel momento una realidad asumida y en Padua se manifestará, elevada a la enésima potencia, en el enorme Palazzo della Ragione (Palacio de la Razón), antigua sede de los tribunales de la ciudad.
Saliendo de la iglesia nos dirigimos hacia las plazas del mercado, que siguen acogiendo como antaño los variopintos colores de sus mercancías, para visitar el “Salone” (el Salón): así llaman los paduanos al Palazzo della Ragione, considerado el edificio público de la Edad Media más famoso de Europa.
Bajo el monumental techo en forma de casco de barco, que aún hoy nos deja sin aliento, podemos admirar el mayor ciclo astrológico del mundo, pintado según la concepción astronómica de Ptolomeo y con imágenes extraídas del libro de Pietro D’Abano: el Astrolabium Planum. La complejidad y la riqueza de los significados ocultos en las imágenes resultan fascinantes. Poco a poco se va percibiendo la envergadura colosal de la idea del proyecto del edificio: concebido como un gigantesco casco de barco invertido, con las imágenes del universo perfectamente plasmado en las paredes se quería representar una nave astral, es decir, una nave espacial que podía recorrer los cielos del Medievo y surcarlos con absoluta libertad. De hecho, el Palazzo della Ragione representa el momento de máximo progreso civil alcanzado en Padua en toda su historia, cuando la creación de las instituciones de la ciudad se armonizaba perfectamente con su vocación mercantil y con la búsqueda de un pensamiento científico que no tardará en ofrecer un ambiente idóneo para el nacimiento de la ciencia moderna. Enfrente del “Salone” se encuentra precisamente el Palazzo del Bo, antiguo edificio universitario que acogerá durante 18 años las enseñanzas de Galileo Galilei.
A Galileo le precedieron en la docencia universitaria profesores de gran calibre, como los hermanos Dondi Dall’Orologio, autores del extraordinario reloj mecánico que se encuentra en la Piazza dei Signori. Los hermanos Dondi, médicos y astrólogos, fabricaron también el famoso astrario que puede admirarse actualmente en el Palazzo del Bo. De forma cúbica, contenía un complejo ingenio mecánico que permitía registrar en cada momento del día la posición de los planetas y servía para confeccionar los horóscopos. Los Dondi fueron los astrólogos de los Carraresi, que en 1399 instituyeron una cátedra estable de Astrología en la facultad de Artes y Medicina. En la pequeña iglesia llamada Capilla de los Príncipes o Capilla Carrarese (“Cappella dei Principi” o “Cappella Carrarese”), ubicada en la sede de la Academia de Ciencias, Letras y Artes, podemos encontrar las obras de Guariento y admirar sus pinturas al fresco con las historias del Antiguo Testamento. En cambio, en el techo ya no están los grupos angélicos que componían en forma de políptico de madera el techo de la iglesia. Los ángeles estaban dispuestos originalmente en un orden que respondía a la profunda cultura filosófica-teológica de la época; conservados en parte en el Museo Cívico, aún hoy son capaces de crear el efecto de una atmósfera aristocrática y fantásticamente irreal.
Junto a la Academia se encuentra el Baptisterio de la Catedral (“Battistero della Cattedrale”), pintado por el artista giottesco Giusto de’ Menabuoi, que creó para los príncipes Carraresi una extraordinaria “suma teológica” representando en frescos las historias del Antiguo y el Nuevo Testamento. El edificio de forma cúbica está situado junto a la catedral y presenta una cúpula central llamada del “Paraíso”. En su centro, el pintor representó el Empíreo (el más alto de los cielos), donde se encuentra el Dios pantocrátor en su función generadora según la concepción tomista del Uno que genera lo Múltiple. Alrededor de Dios están sentadas las jerarquías angélicas con los santos y los beatos, que con sus aureolas doradas iluminan el oscuro ambiente. Una auténtica constelación, en cuyo centro brilla su sol y, en derredor, en órbitas estrictamente concéntricas, un número interminable de satélites. Desde la plaza de la catedral nos dirigimos hacia el que, desde el siglo XVIII, fue el verdadero observatorio astronómico de la ciudad: el castillo con su torre astronómica, llamada la “Specola”.
Tras esta fascinante visita nos dirigimos al cercano Oratorio de San Miguel (“Oratorio di San Michele”), espoleados por la búsqueda de otro cometa cuya presencia nos desvelará un episodio de la historia de la familia Da Carrara que refleja su profunda creencia en los astros. En el fresco de la Adoración de los Magos, el pintor giottesco Stefano da Verona pintó la dinastía completa de los Carraresi. Los príncipes fueron retratados en esta escena porque, al igual que los magos, eran reyes, y como ellos se dejaron guiar por un cometa. En la vestimenta de Francesco I aparece bordada la imagen del cometa, empleada en el sentido de “hazaña” para reflejar el renacimiento de la Señoría tras el dominio de los Scaligeri de Verona, sus enemigos tradicionales. Las crónicas cuentan que el cometa apareció en el cielo en 1337 con una cola larga, afilada y recta como una espada, con la punta sobre Verona. Señal aciaga para los veroneses, que fueron derrotados, y feliz para los Carraresi, que pudieron afianzar su poder y devolver el esplendor a su corte.
Los príncipes de Carrara aparecen representados en otras capillas y oratorios famosos, como la Capilla de la Virgen Mora (“Cappella della Madonna Mora”), el Oratorio de San Jorge (“Oratorio di San Giorgio”) y la Capilla de San Félix (“Cappella di San Felice”) en la Basílica del Santo.
Prosiguiendo nuestra búsqueda, vamos a atravesar la espléndida plaza veneciana denominada el Prato della Valle, segunda plaza en tamaño de Europa, que se encuentra a poca distancia de la Basílica de San Antonio.
La basílica acoge cada día a cientos de peregrinos y fieles que llegan a Padua de todas partes del mundo para adorar al Santo. Es un lugar de enorme importancia religiosa que además alberga un gran número de obras de arte, como el espléndido altar mayor de Donatello. También pueden admirarse los frescos de los célebres pintores Altichiero, Avanzo y Giusto de’ Menabuoi en las capillas mencionadas.
Puede decirse que la escuela giottesca experimenta aquí una evolución hacia una expresión pictórica de estilo gótico cortés, completando el amplio abanico de interpretaciones del estilo del maestro que ha convertido a Padua en sede de una de las concentraciones más ricas de frescos de estilo giottesco del siglo XIV en el mundo.